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“Tomé a Balseiro como un modelo de organización de pensamiento y un modelo de vida también”- Parte I

Hoy, 1 de agosto, se cumple el 62º aniversario del inicio de clases en el Balseiro. Para conmemorar esa fecha, el Área de Comunicación del Instituto Balseiro comparte esta entrevista a uno de sus primeros docentes: Alberto Maiztegui, un referente para adolescentes en América Latina que aprendieron física del famoso libro “Maiztegui-Sábato” como así también para generaciones de estudiantes y docentes universitarios que lo tuvieron como profesor.

Fecha de publicación: 01/08/2017

Nació el 7 de abril de 1920 en la ciudad de Gualeguay, provincia de Entre Ríos. Hijo de un tendero, Alberto Maiztegui fue el más joven de ocho hermanos, cinco varones y tres mujeres, que eligieron diferentes profesiones: medicina, abogacía, odontología y hasta música. Él, por su parte, eligió la docencia de la física. Al punto que se convirtió, a partir de un libro que co-escribió con Jorge Sábato, cuando ambos eran veintiañeros, en un referente de la enseñanza de esta ciencia.

Alberto Maiztegui es uno de los autores del popularmente llamado “Maiztegui-Sábato”, un libro que usaron diferentes generaciones de jóvenes para aprender física en la escuela secundaria. Criado en la ciudad de Buenos Aires, allí también estudió el profesorado y se recibió de Licenciado y Doctor en Física en la Universidad de Buenos Aires (UBA). De espíritu inquieto, ya casado y con familia, se mudó a Bariloche para integrar el primer plantel de docentes del Instituto de Física de Bariloche, en 1955. Luego se mudaría a Córdoba, donde desarrolló una extensa trayectoria de docencia y gestión universitaria.

En su paso por Bariloche, el Área de Comunicación del Instituto Balseiro lo entrevistó en una amena y relajada charla realizada en la Hostería Valle del Sol, en el Circuito Chico, rodeados de lagos y montañas. En esta primera parte de la entrevista*, Maiztegui revisita su paso por Bariloche, habla de su amistad con José Antonio Balseiro y recuerda los primeros tiempos de este Instituto que este año cumplió 62 años de vida.

-¿Cómo llegó al Instituto Balseiro?
-Es una historia un poco larga porque es la historia del Instituto (risas). En 1954, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) organizó unos cursos en enero, febrero y marzo para el personal que se estaba preparando para ser reactorista o atender los reactores que no teníamos entonces. Ese curso se repitió en el ’55, al cual yo concurrí no sólo con gente de la CNEA sino con estudiantes de las universidades de Buenos Aires y La Plata. Viendo cómo se desarrollaban las actividades en forma muy favorable en cuanto a la interacción entre la gente, entre los docentes y los jóvenes estudiantes, se decidió crear el instituto de física de Bariloche.

-¿Qué opina sobre la idea de crear este instituto desde la actualidad?
-A mi juicio, desde hoy, puede uno con tranquilidad decir que fue una historia casi disparatada porque estábamos en un momento político dificilísimo. Estábamos a dos mil kilómetros de Buenos Aires, las vías de comunicación eran pobres y era un momento en que la universidad argentina se abría masivamente: sólo hacía falta inscribirse. Pues se organiza un instituto de física en esas condiciones pero para ingresar solamente quince estudiantes becados. No me diga que no era un disparate, ¿no?. Pero era un disparate hermoso y fructífero como lo estamos viendo en los días de hoy, en lo que se ha convertido el Instituto Balseiro y el Centro Atómico Bariloche.

-Entonces vino aquí en esa escuela de verano que se hizo en 1955, ¿y luego directamente decidió mudarse a Bariloche?
-Sí, era amigo y alumno de Balseiro y me incorporé al personal que iba a iniciar el Instituto de Física el 1º de agosto del ‘55. Vine como profesor adjunto e investigador de la CNEA. Ya estaba casado y tenía dos hijas. Cuando ya estábamos viviendo en Bariloche llegó la tercera hija que forma la trinidad. Hoy tengo una familia muy numerosa con once nietos y quince bisnietos. Ninguno se ha dedicado a la ciencia (risas).

-¿Lo convencieron para que viniera como profesor?
-No, yo lo convencí a Balseiro para que él me trajera como profesor. En ese momento estaba terminando la licenciatura, de hecho la finalicé en diciembre del ‘55. Vine un poco antes de terminar la licenciatura y con el título de profesor en enseñanza secundaria de física. Aquí di, como ayudante de Balseiro, las materias de laboratorio de enseñanza y electromagnetismo.

-¿Qué recuerda de esas primeras clases?
-Ahh, las primeras clases... La relación era algo muy notable, a mí me impactó muchísimo ese ambiente de convivencia dentro del Centro Atómico. Los estudiantes y los profesores vivían allí como una familia. Se formó una relación afectiva muy fuerte que conservo hasta el día de hoy. Lo habrá podido ver, mi relación con Abe Kestelmann, Arturo López Dávalos y muchos otros ex alumnos.

-¿Y qué recuerda de aquellos primeros años?
-Más adelante hubo momentos difíciles, sobre todo cuando en el año ‘62 murió Balseiro, que era el alma del instituto. Logró darle al instituto un espíritu de fortaleza que lo mantuvo a través de distintas vicisitudes. Esas dificultades se vencieron con la participación de sus primeros egresados, que contribuyeron al mantenimiento del nivel los cursos. Ha quedado el espíritu de Balseiro. Vi que tienen unas copias del discurso de Balseiro al despedir a la primera promoción que fue una obra realmente sólida, fue una transmisión de valores que le dio la fortaleza al instituto.

-¿Cómo era José Antonio Balseiro?
-Era un hombre común. Eso es muy curioso... Yo, que lo conocí como amigo, siempre digo que me admiró que como persona era un muchacho más. Balseiro era muy joven, tenía 35 años, cuando se inició el Instituto. Era un muchacho más pero tenía un espíritu con una fortaleza capaz de transmitírsela a los egresados

-¿Qué valores tenían en cuenta cuando hacían la selección de becarios?
-La primera selección fue muy curiosa. No recuerdo exactamente cuántos fueron pero calculo que alrededor de 40 o 50 chicos se presentaron como candidatos a las 15 becas. El examen se tomó con los profesores conversando con los chicos, y observando sus pensamientos, sus reacciones, sus características. Se trataba de discriminar entre ellos a aquellos que podían tener las condiciones necesarias para ser buenos científicos consagrados a la ciencia. Más adelante se tomaron exámenes de física y matemática. Pero en aquella ocasión era “semblanteándelos”, diría yo, como en el juego del póker, para indagar dentro de su naturaleza. Y tuvimos éxito porque los egresados fueron excelentes. En ese primer examen participé como testigo; nunca fui examinador.

-¿Y qué características le parece que tiene un buen científico?
-Eso es difícil. Primero, la honestidad intelectual; segundo, la consagración al trabajo, una consagración que pone al trabajo en un primer nivel dentro de otras necesidades para la vida de un hombre o de una mujer.

-Usted se dedicó más a la docencia que a la ciencia. ¿Por qué?
-Es que yo me recibí de licenciado y de doctor un poco grande. Me doctoré a los cuarenta años. A esa altura de mi vida mi participación en las actividades del Instituto era para la docencia y la organización de la institución más que para la investigación científica. Fue así como después, en Córdoba, como director del Instituto de Matemática, Astronomía y Física (N. de la R.: IMAF), la organización fue también mi principal actividad.

-Es muy importante porque es como un círculo que se retroalimenta, ¿no?
-Es cierto. Diría que a mí me faltó lo que tuvieron los chicos que ingresaron a la licenciatura jóvenes, con veinte años. Esa parte me faltó. Siempre trabajé en docencia hasta venir a Bariloche con treinta y cinco años y ahí mi participación tuvo mucho peso sobre la parte de la organización.

-¿Qué otros referentes recuerda de esa primera época del Instituto?
-Teníamos un excelente matemático y una excelente persona: Manuel Balanzat. Él fue quien inauguró los cursos el 1º de agosto del ‘55 a las 8:30. Entró al aula y así se inició el Instituto, con la clase de matemática de Balanzat. Otros eran, por ejemplo, Mcmillan como químico, Abele un excelente físico italiano que después se retiró del Instituto, lo mismo que Moretti. Y entre los docentes jóvenes, Mario Foglio, Tomás Buch...

-¿Qué sensación tenían de lo que estaban haciendo?
-No teníamos demasiada sensación. Lo estábamos haciendo con toda el alma y salió bien. No lo juzgábamos. Sí estábamos convencidos de que lo que estábamos haciendo en materia de formación de investigadores estaba bien encaminado. Y los resultados demostraron que teníamos razón: estuvimos bien encaminados.

-Usted se formó en la Universidad de Buenos Aires, donde estaba como decano Rolando García. ¿Qué dijo él cuando usted se vino para el Instituto de Física?
-Él no me conocía. Pero yo sí a él porque Rolando García también era profesor de ciencia en la Escuela Normal Mariano Costa, donde me gradué como maestro. Rolando García tuvo que sufrir la noche de los bastones largos en la cual lo castigaron. La policía entró, rompió puertas y castigó y golpeó y ensangrentó a profesores dignísimos. Una cosa inaudita, increíble, en un país civilizado. Eso fue en el ‘66, o sea casi diez años después de la creación del Instituto.

-La primera mujer egresada del Instituto Balseiro, Verónica Grunfeld, contó en alguna ocasión que Rolando García y José Antonio Balseiro no se llevaban muy bien pero que igualmente accedieron a hacer unos cursos entre estudiantes de ambas instituciones...
-Sí, no se llevaban muy bien. Yo lo diría de otra manera: no tenían los mismos criterios pero tenían los mismos valores de manera que se respetaban mutuamente. Y hubo un momento, por el año ’58, en el que hubo una devaluación brusca del peso, que pasó de algo así como 40 pesos el dólar a ochenta pesos el dólar de la noche a la mañana. Eso provocó un cimbronazo dentro del Instituto, incluso algunos profesores se fueron al exterior. Eso llevó a un intento que hizo Rolando García de llevar el Instituto de Física de Bariloche a Buenos Aires.

-¿Y qué decía Balseiro?
-Que no (risas). Recuerdo al mismo Rolando García, con Juan Roederer, un físico argentino excelente y muy buena persona también... Se hizo ese intento para reunir fuerzas. La universidad de tanto en tanto era castigada de alguna manera y se perdían instituciones, se perdían investigadores, entonces convenía tener más de un centro porque si el gobierno rompía uno quedaba otro. Total que no se realizó la unificación de Bariloche con Buenos Aires.

- ¿Hasta qué año estuvo usted en Bariloche?
-Me fui de Bariloche en junio del ‘61 ante una oferta del Instituto de Matemática, Astronomía y Física de la Universidad Nacional de Córdoba para ser profesor titular. Tenía una situación familiar que me preocupaba mucho, y era que mis hijas empezaban a ser quinceañeras y en Bariloche no había universidad. De manera que nosotros, mi mujer y yo, no queríamos enviar nuestras hijas a una pensión lejos de nosotros. Y la oferta de Córdoba me vino a mí en un momento familiarmente muy oportuno. Decidí, con mucha pena, ir a Córdoba.

-¿Qué balance hace de esa decisión?
-Considero que hice bien porque Córdoba me ofreció la oportunidad de hacer cosas, digamos así, dentro de la organización del IMAF. Tuve éxito siguiendo una idea de Balseiro que era la de formar el cuerpo docente sobre la base de los egresados propios, creándole las condiciones de trabajo, el sueldo, la estabilidad... Y dotando a la institución de instrumental y de una forma de vida para que los docentes pudieran desarrollarse como científicos. Entonces en eso tuve éxito porque me apoyaron el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Córdoba y los sucesivos consejos en esta postura de formar el cuerpo docente fundamentalmente con los propios egresados.

-O sea que el ejemplo de Balseiro se propagó por muchos lugares...
-Eso ya lo creo. Yo lo tomé a Balseiro como un modelo de organización de pensamiento y un modelo de vida también. Es muy curioso lo de Balseiro porque fíjese la edad, tenía 35 años cuando creó el Instituto y se murió tres días antes de cumplir 43, en plena juventud, en plena potencia. Pero tuvo la capacidad espiritual de llevar adelante el proyecto, casi como un legado, y de entregárselo a su gente para formar ciencia con fuertes valores espirituales.

Ir a la segunda parte de la entrevista: en este link.

*Esta entrevista contó con varios pasos hasta finalmente poder ser publicada. Fue realizada en Bariloche por la Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y periodista científica Laura García Oviedo, responsable del Área de Comunicación del Instituto Balseiro, en el verano de 2014. A principios de 2017, fue desgrabada en Mendoza por la becaria del Área, la estudiante de Comunicación Social (UNCuyo) Victoria Posada. La edición fue realizada por García Oviedo y finalmente fue publicada en ocasión de este nuevo aniversario del inicio de clases.

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Área de Comunicación Institucional

Instituto Balseiro

San Carlos de Bariloche, 01/08/2017

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Información adicional

  • Entrevistado: Dr. Alberto Maiztegui