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Ingenieras y físicas del Balseiro atraviesan las paredes de cristal

Las científicas Fabiana Gennari y Daniela Valdés compartieron sus testimonios. Crédito: Laura García Oviedo / Prensa IB. Las científicas Fabiana Gennari y Daniela Valdés compartieron sus testimonios. Crédito: Laura García Oviedo / Prensa IB. Las científicas Fabiana Gennari y Daniela Valdés compartieron sus testimonios. Crédito: Laura García Oviedo / Prensa IB.

Egresadas y docentes del IB hablan sobre el trabajo que realizan en ámbitos laborales “masculinizados”, las situaciones de segregación que enfrentan y su pasión por resolver los desafíos que proponen estas disciplinas.

Fecha de publicación: 20/09/2018

Fabiana Gennari se recibió de ingeniera química en 1993 y buscó trabajo en la industria. Había hecho las últimas materias sobre procesos enzimáticos para tener más chances. En una de las pocas empresas que la llamaron, terminó quedando un compañero que ni siquiera había cursado esas materias. Una de las personas que la entrevistó le confesó luego: “pasa que una mujer en una planta de procesos es complicado. Te vas a casar, tener hijos...”.

En el sistema científico, las mujeres son más de la mitad (53%) pero a medida que se asciende de categoría en el CONICET, la proporción disminuye: las investigadoras asistentes son el 60%; adjuntas, 55%; independientes, 49%; principales, 41%; y superiores, 25%. Al problema del “techo de cristal” hay que sumarle la segregación horizontal en las disciplinas “duras”. En Argentina, las estudiantes de ingeniería son solo el 20% y en especialidades como mecánica y electrónica apenas llegan al 4%.

En esta nota, egresadas y docentes del Instituto Balseiro cuentan sus experiencias con las “paredes de cristal”. El IB pertenece a la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad Nacional de Cuyo (CNEA / UNCuyo) y todas las carreras están orientadas a ingeniería y física. Actualmente, las mujeres representan el 10% de la matrícula.

“Es un problema con muchas capas geológicas”, dice Verónica Garea, ingeniera nuclear egresada del IB. “Para crecer profesionalmente, es importante que te conozcan y te citen. Y para que te conozcan, es necesario viajar a conferencias pero muchas mujeres no pueden hacerlo por la carga de las tareas de cuidado. Además, el clima machista tipo ‘vestuario de varones’ que hay en estos ambientes también hace que te termines yendo”.

Un aspecto clave a la hora de elegir una carrera son los estereotipos de género. El año pasado, la revista Science publicó un estudio que dice que las nenas tienden a considerarse menos inteligentes que los varones a partir de los 6 años. En tanto, una investigación de la Cátedra UNESCO “Mujer, Ciencia y Tecnología en América Latina” concluyó que el 90% de las niñas entre 6 y 8 años asocian la ingeniería con destrezas masculinas.

El núcleo de la desigualdad

vgareaVerónica Garea tenía 12 años cuando vio un anuncio del Instituto Balseiro en la tele y decidió que iba a ser ingeniera nuclear. Los primeros obstáculos llegaron cuando buscó trabajo en la industria del petróleo. “No te vamos a contratar porque sos mujer”, le dijeron. Se fue a Estados Unidos y realizó el doctorado en Física de la Ingeniería. Hubo veces que pensó en abandonar, especialmente cuando escuchaba cosas como: “¡Qué bueno que llegaste! Al fin alguien que haga el café”; o “¿vos sos la secretaria?”.

Cuando volvió a Río Negro, junto a su esposo y una beba, entró a la empresa estatal INVAP. Después de varios años, obtuvo el puesto de jefa del Departamento de Seguridad e Impacto Ambiental. “Ahí encontré una de las barreras más grandes porque tenía que viajar mucho pero gracias a la ayuda de familiares y compañeros la pude pilotear”, cuenta.

Garea incursionó en el feminismo a partir de tener su primera hija. “Ahí me percaté de que el sistema productivo nos obliga a suspender la lactancia mucho antes de lo que es bueno para nuestros hijos y esa es otra manera de quitarnos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos”, sostiene la ingeniera, que brinda capacitaciones sobre el tema. Además, integra la asociación Women in Nuclear - Argentina y el comité organizador del Foro Nacional Interdisciplinario de Mujeres, Ciencia, Tecnología y Sociedad (FONIM).

Hoy es directora ejecutiva de la Fundación INVAP, una organización sin fines de lucro que se encarga de poner los conocimientos de la empresa al servicio de la comunidad. “Lo que más me gusta de ser ingeniera son los desafíos permanentes y poder ver el resultado de mi trabajo en la vida de las personas”, dice. “Yo creo que ésta es una profesión donde ponés a funcionar la cabeza y el corazón de manera tan creativa como si estuvieras haciendo arte”.

Fermentar el patriarcado

Fabiana Gennari creció en contacto con la química sin saberlo. Pasó muchas tardes en la bodega de su abuelo, rodeada de procesos de clarificación, filtrado y fermentación. Decidió estudiar ingeniería química en la Universidad Nacional del Comahue (UNCOMA). “¿Para qué estudian ingeniería si son mujeres?”, decía el profesor de dibujo técnico. “Igual nunca lo tomé como un obstáculo, siempre tuve claro lo que quería hacer”, señala Gennari.

Hoy es investigadora principal del CONICET, doctora en ingeniería por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y docente del IB. Vive con Eduardo, su esposo, y sus hijos Leandro y Sabrina. Considera que repartir las tareas de cuidado en partes iguales dentro de una pareja es fundamental para desarrollar una profesión tan demandante. “Mis papás son maestros y siempre trabajaron los dos pero la que se encargaba de la casa era mi mamá. El hogar que yo formé ya no tiene esa concepción patriarcal”, cuenta.

En 2016, Gennari obtuvo el Premio L’Oreal Por las Mujeres en la Ciencia por un proyecto de producción y almacenamiento de hidrógeno para obtener energía sin contaminar el medioambiente. Actualmente, es jefa de grupo en el Departamento de Físico-Química de Materiales del Centro Atómico Bariloche (CAB – CNEA). “Si bien obtuve un cargo importante, existen los techos de cristal”, opina. “Los puestos jerárquicos todavía son ocupados por hombres, que se sienten más cómodos al tratar con pares del mismo género”.

El equipo de Gennari realiza la producción de hidrógeno a partir del etanol (alcohol) obtenido por la fermentación de residuos forestales. Ahora están abocados en hacer un análisis económico del dispositivo de almacenamiento y estudian la transformación del dióxido de carbono (CO2) generado durante la producción de hidrógeno en un producto de valor agregado para la industria. “El hidrógeno es un partícipe necesario para lograr una matriz energética sustentable porque permite almacenar energías intermitentes, como la solar o eólica”, indica. “Además, es ideal para poblaciones alejadas del tendido eléctrico”.

Ecuaciones para la equidad

Al principio, a Daniela Valdés no le gustaba la física. Le costaba resolver ecuaciones y no encontraba el vínculo con la vida cotidiana. Hasta que en el último año de secundaria, sus profesores la motivaron a participar en las olimpíadas de física. Fue un quiebre. Realizó experimentos que nunca había hecho y entendió que las ecuaciones eran una manera de describir los fenómenos naturales que la rodeaban.

Decidió estudiar física en la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), la ciudad donde vivía. Pronto sintió que le faltaban materias experimentales y se cambió al IB. En su curso eran 7 mujeres de 45, todo un record. “No tuve experiencias fuertes de segregación pero cuando tuve alguna, me sentí muy acompañada por la institución”, dice. En el último tramo de la carrera, comenzó a trabajar en el Laboratorio de Resonancias Magnéticas del CAB y se entusiasmó con la hipertermia magnética, una terapia experimental que utiliza partículas magnéticas como fuente de calor para inducir la muerte de células tumorales.

Actualmente, Valdés cursa la Maestría en Ciencias Físicas del IB. Con sus 23 años, acaba de obtener el primer premio de una competencia de proyectos científicos organizada en Ecuador por la asociación internacional de ingeniería eléctrica más grande del mundo (IEEE). Fue por un proyecto realizado con colegas de España, Inglaterra y Estados Unidos que combina dos terapias magnéticas contra el cáncer: la hipertermia y la destrucción magneto-mecánica. “Queremos combinarlas para tratar de obtener una mayor eficiencia en la muerte de células cancerígenas”, explica.

Del Balseiro egresaron numerosas físicas que han sido reconocidas internacionalmente. Juana Gervasoni es docente del IB, investigadora del CONICET en CNEA y militante en temas de género. Al igual que Garea, integra el comité organizador del FONIM. Marcela Carena es jefa del Departamento de Física Teórica de Fermilab, laboratorio estadounidense donde se encuentra el segundo acelerador de partículas más potente del mundo. En tanto, Verónica Grunfeld fue la primera mujer que egresó del Instituto. Su tesis doctoral fue dirigida por José Antonio Balseiro, fundador del IB, y trabajó en la institución hasta los 70 años, cuando decidió “jubilarse en serio”. Falleció en 2017, a los 81 años.

La mecánica del género

En la casa de Jimena López Morillo, situada en Cerrillos, Salta, era usual toparse con juguetes y aparatos electrónicos desarmados y desparramados por todos lados. Siempre supo que quería ser ingeniera mecánica y las preguntas escépticas de algún amigo o pariente (“¿en serio querés estudiar eso?”) no la amedrentaron ni un poco.

En junio, con 23 años, se convirtió en la primera ingeniera mecánica salteña recibida en el Balseiro. Es la primera vez que se recibieron dos ingenieras mecánicas juntas (la otra es la barilochense María Victoria Sánchez) de un total de seis en toda la historia del IB. “En la carrera éramos dos mujeres de ocho estudiantes. ¡El 25%! Un montón. Y la verdad que nunca sentí diferencias por parte de mis compañeros”, asegura López Morillo.

Su proyecto final estuvo relacionado con la robótica aplicada a la medicina y trabajó en el diseño de una prótesis de mano. Ahora cursa la Maestría en Robótica del IB y trabaja en la construcción de un robot para inspeccionar las soldaduras internas del CAREM, reactor nuclear de baja potencia que se construye en CNEA. “Lo que más me gusta de ser ingeniera mecánica es el amplio campo de acción. Por eso la elegí: no quería limitarme”, indica.

-¿Qué le dirías a las jóvenes que quieren ser ingenieras pero están en duda porque piensan que “no es cosa de mujeres”, como suele decirse?
-¡Que se animen! ¿Cómo te vas a perder de trabajar de lo que te gusta por un prejuicio? Estudiar esta carrera hace 10 años era más difícil pero creo que hoy hay una sociedad más empática con las mujeres. Yo no sentí diferencias y la experiencia superó mis expectativas.

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Por Nadia Luna / Periodista invitada

Créditos imágenes: 
*Foto principal: Laura García Oviedo / Prensa IB
*Foto en cuerpo de la nota: TEDxBariloche 

Para el Área de Comunicación Institucional
del Instituto Balseiro
San Carlos de Bariloche, 20/09/2018
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